20060322

Los aciertos de Bush

Los demócratas se frotan las manos y no es para menos, la caída de popularidad del presidente George W. Bush en los últimos meses augura poco futuro político para el gobernante republicano. Sin embargo, pese a que las críticas sobre su gestión llegan incluso desde sus propias filas, no sería la primera vez que Bush superase con éxito una profunda crisis de credibilidad.

Los datos plasman una clara erosión de la imagen del presidente: según el último sondeo de Ipsos para AP, sólo un 37% de los estadounidenses aprueba su gestión mientras que un 67% de los encuestados opina que el país no va en la buena dirección. ¿Cuáles son los motivos que han generado esta desconfianza de los norteamericanos ante la persona a la que eligieron como presidente en dos legislaturas consecutivas?

Como no podía ser de otra manera, una de las principales causas del bajón
de Bush es el malestar permanente que supone la guerra de Iraq
. En 2005 se superó la barrera psicológica de los dos millares de soldados muertos en el país mesopotámico, una cifra que incomoda sobremanera a la mayoría de los estadounidenses, muchos de los cuales consideran que sus tropas están 'haciendo un favor' a los iraquíes y que, por tanto, su labor allí podría ser prescindible.

Tampoco contribuyó a mejorar la imagen presidencial el papel realizado por el gobierno durante el desastre del Katrina. Que un país con recursos petrolíferos propios y con un ejército desplegado por medio mundo no pudiera hacer frente a una crisis humanitaria interna ha sido un duro golpe para la opinión pública estadounidense, que fue testigo de cómo su Administración se veía obligada a pedir ayuda a países extranjeros. Las filtraciones de la CIA respecto al cuestionable trabajo de los servicios secretos y el Gobierno antes y después del 11-s tampoco han sido plato de gusto para los estadounidenses.

Los últimos recortes en el programa de salud Medicare, la única asistencia médica pública que reciben los estadounidenses más necesitados, también ha generado cierto malestar. Según los planes gubernamentales, se planea reducir la aportación a este programa, a lo largo de los próximos cinco años, en 35.900 millones de dólares. Este tijeretazo se ha justificado desde las filas republicanas como medida necesaria para atender los elevados gastos en defensa previstos para 2007, que se incrementan en un 6,9% respecto a los de este año. También se prevé aumentar en un 3,3% los gastos en seguridad interna.

De todos modos, parece que la gota que ha colmado el vaso de la paciencia del electorado ha sido el 'affaire Dubai', que finalmente se ha cerrado en falso. Cuando hace unas semanas los medios de comunicación anunciaban que el Gobierno tenía pensado contratar a la compañía Dubai Ports Worlds (DPW) para gestionar los seis puertos de EE UU gestionados hasta entonces por la británica P&O (ahora absorbida por DPW), un gran clamor se alzó contra la decisión, acusando al Ejecutivo de Bush de estar poniendo en peligro la seguridad nacional. En realidad, se ha tratado más de una erupción virulenta de la arabofobia generalizada (provocada por el mismo Bush, al demonizar, sistemáticamente, todos los países del "eje del mal" que, casualmente, son en su mayoria de "esas latitudes") existente en EE UU que de una reacción racional contra un peligro cierto (Dubai es uno de los principales aliados de EE UU en Oriente Medio) pero ha sido la excusa perfecta para canalizar el estado de ánimo general contra el presidente Bush, al que se sumó incluso la vieja guardia republicana. George Bush se defendió apuntando que no se puede gobernar a gusto de todos y añadía: 'Entiendo que algunas de las cosas que he hecho no son populares, pero eso va incluido en el sueldo. El que tiene miedo de tomar una decisión y se preocupa sólo de que la gente diga cosas agradables de él no es un líder'.

Finalmente DWP ha decidido no aceptar la contratación, pero eso no ha conseguido aclarar el horizonte del presidente republicano, que ve cómo ni en sus propias filas cuenta con un apoyo seguro.

Si en las legislativas de 2002 el 59% de los republicanos decían que votaban como señal de apoyo a Bush, en 2006 este porcentaje ha bajado hasta el 43%. La falta de respaldo también se hace sentir entre los congresistas; si hace cuatro años el 31% de los independientes apoyaba al presidente, en la actualidad, este sostén se ha reducido al 14%.

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