20061106

Censura en el país de la libertad

Cuando Natalie Maines, cantante del grupo country Dixie Chicks, dijo hace tres años en un escenario de Londres que estaba "avergonzada de que el presidente de Estados Unidos sea de Tejas", como ella, su carrera musical se hundió. Los seguidores de ese género tan genuinamente estadounidense, tan volcado en la defensa de valores morales simples y patrióticos, se negó a consentir semejante crítica al comandante en jefe en tiempos de guerra. Las emisoras de radio prometieron no emitir nunca más la música de las Dixie Chicks y muchos de sus seguidores destruyeron discos en actos públicos de repulsa organizada.

Ahora, varias cadenas de televisión de EE UU han rechazado emitir los anuncios de un documental cinematográfico que narra este incidente. Es la segunda vez que ocurre en poco tiempo: muchos medios también se niegan a aceptar anuncios del documental que especula sobre el futuro del mundo si Bush fuera asesinado.

El documental Shut up and sing (Cállate y canta) muestra el declive inmediato del que era hasta ese momento el grupo de country más famoso y rentable de Estados Unidos, las Dixie Chicks. Que la cantante, Natalie Maines, tuviera la osadía de criticar a su presidente, George Bush, era un atrevimiento ya de por sí arriesgado; que lo hiciera en el extranjero resultó inaceptable para los seguidores de ese género.

Cientos de emisoras de radio anunciaron no sólo la decisión de no programar nunca más música de las Dixie Chicks, sino que organizaron destrucciones públicas de sus discos, aplastados por apisonadoras o quemados en hogueras rodeadas de seguidores con pancartas en las que acusaban a las Dixie Chicks de ser "amigas de Sadam Husein" o se leían frases como "insultar a tu presidente es insultar a tu país".

El documental estrenado la semana pasada recoge todos los incidentes que desencadenó el comentario de Natalie Maines. Muestra con detalle los insultos y las amenazas que sufrieron a su regreso a Estados Unidos y el declive repentino y contundente de su carrera musical. Recoge también un comentario del presidente George Bush, a quien preguntaron su opinión por el boicot a la música de las Dixie Chicks. Bush, claramente complacido con ese rechazo, dijo: "No deberían ofenderse porque la gente no quiera comprar sus discos".

El tráiler de la película incluye también la reacción de Maines a ese comentario: "¿Qué no nos ofendamos porque la gente no quiera comprar nuestros discos? ¿Es tonto?".

Sea por esta última palabra o por el contenido claramente crítico del documental, varias cadenas de televisión, incluida la NBC, se han negado a emitir el anuncio. "Tristemente, eso dice mucho sobre el nivel de miedo que hay en nuestra sociedad: ponen en la lista negra una película sobre un grupo de artistas valientes que fue puesto en una lista negra por ejercer su derecho a la libertad de expresión", ha dicho Harvey Weinstein, el todopoderoso magnate cinematográfico copropietario de la productora de la película, Weinstein Company.

Tanto la NBC como la cadena CW (propiedad de CBS y Warner Bros.) se han negado a aceptar el anuncio por su contenido de crítica política, según Weinstein. La NBC asegura que es "por falta de espacios publicitarios". La ABC y la Fox han optado por intentar apartarse de la polémica y no han respondido a la productora cuando ha intentado comprar espacios publicitarios.

Algo similar ha ocurrido con los anuncios de la película Muerte de un presidente, que narra el asesinato ficticio del presidente Bush y los efectos que tendría en la escena internacional. El tráiler de este documental ha sido vetado en varias cadenas de radio y televisión del mismo modo que la película ha recibido el boicot de varias distribuidoras por ser "irrespetuosa con el presidente". Varios periódicos se han negado a publicar el anuncio de promoción y otros, como el New York Times, han recortado la imagen del cartel para que el rostro del presidente asesinado no se identifique con el de Bush.

La mayor empresa propietaria de salas de cine en Estados Unidos, Regal Entertainment Group, ha prometido no proyectar la película en ninguna de sus 6.300 pantallas "porque no creemos que sea apropiado narrar el asesinato futuro de un presidente", dice Dick Westerling, vicepresidente de la compañía. El veto se suma al de las otras dos grandes distribuidoras del país, AMC y Cinemark, lo que supone un boicot efectivo en 16.300 cines de Estados Unidos. La radio pública NPR y la CNN también se han negado a emitir los anuncios del documental por "la naturaleza extrema del tema tratado en la película", dice un portavoz de la cadena informativa. Prueba de la sensibilidad que despierta el argumento es el comentario de la senadora demócrata Hillary Clinton: "Creo que es despreciable, es escandaloso. Me pone enferma que alguien pueda intentar hacer dinero gracias a una hipótesis tan horrible".

La senadora reconoció después que no ha visto la película, premio de la crítica en el Festival de Cine de Toronto.

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