Que se bajen el sueldo políticos. Que se quiten las pensiones vitalicias
los que las tengan. Que paguen su seguridad social igual que los demás
trabajadores. Que tengan un trabajo y un sueldo acorde con la situación
en que vivimos. No un trabajo trampeado en tres cargos y con ello tres
sueldos. Que practiquen la austeridad en sus dietas hiper generosas y
fuera de control, como todos los trabajadores españoles la han
practicado con dietas anímicas. Que paguen de su bolsillo el café que
toman en los bares.
Que reduzcan al mínimo las comidas de trabajo y pidan menú, como el
común de los mortales. Que dejen de asistir a comilonas que cuestan
entre cincuenta y cien euros por comensal. Que no sean tan triperos. Que
disimulen un poco, muchos de los varones, el ansia que tienen por "las
niñas" (ya se me entiende). Que bajen a la tierra y se solidaricen con
una ciudadanía a la que no paran de pedir paciencia, sacrificios y
austeridad.
Austeridad para ir a los hospitales. Austeridad para la educación de sus
hijos. Austeridad para no tener asegurado un salario que llevar a casa.
Austeridad para no tener garantizado el techo que llevan años pagando.
Austeridad para aguantar la tropelía de comisiones y abusos de los
bancos en sus ahorros. Austeridad para acostarse siendo los más ricos de
la región (Aznar dixit) y amanecer sin un mendrugo que llevarse a la
boca.
Ya está bien. No me creo una palabra más de la politiquería española
mientras no se bajen el sueldo un treinta por ciento y adelgacen el
vergonzoso capítulo de asesores. A partir de que tomen esa decisión.
Empezamos a hablar.
No se puede seguir pidiendo tantos sacrificios a los ciudadanos desde la
desvenguenza de cobrar dos o tres sueldos, llegando a un montante,
asegurado y fijo, que multiplica por diez, en muchas ocasiones, el
salario mínimo que ni siquiera todos los españoles tienen asegurado.
Es hora de hablar claro. Hay decenas de miles de concejales de la
oposición de muchos ayuntamientos que cobran entre tres mil y cuatro mil
euros y cuyo trabajo a ciencia cierta nadie sabe bien cual es, porque
nadie lo controla. Quizá acudir a los plenos y protestar por todo o casi
todo. Hacerse notar.
Asesores y más asesores de los concejales con mandato, que sólo pueden
justificar su trabajo porque éstos, los electos, no tienen cualificación
profesional y están nombrados por clientelismo, amiguismo, favores
pendientes, etc. Es una vergüenza y es un insulto.
Ojalá en España cundiera el ejemplo del socialista francés Hollande y
todos los políticos decidieran bajarse el sueldo un 30 por ciento.
Cuando esto suceda, mi fe en la clase política española, quizá ganara
algún punto, de los muchos que ha perdido en los últimos tres años.
Quizá empezara a creer en ellos. Quizá me hiciera militante de base y
empezara a exigirles desde dentro. Quizá.
Cuando los coches oficiales se reduzcan a un tercio. Cuando ministros,
alcaldes, diputados, concejales, y cargos políticos salgan de casa
"sabidos" y no necesiten legiones de asesores que hagan el trabajo por
ellos.
El otro día el ministro Arias Cañete, en una entrevista en televisión,
apoyaba una tesis muy similar a la aquí expuesta. Y contó que tuvo que
hacer un viaje a Galicia. "En el avión viajábamos un escolta y yo", dijo
ufano. "Porque los ministros tienen que salir de casa sabidos". Qué es
eso de llevar tropecientos asesores con cargo a las arcas públicas, vino
a decir el ministro en un discurso de nueva generación que, por qué no
decirlo, me llenó de satisfacción.
Pensé. Empezamos a ser europeos. Alemania tiene la mitad de políticos
que nosotros para el doble de población. Que se dice pronto.
Ilusión que me duró apenas unos días cuando el pasado jueves estaba yo
tomando un café a eso de las cuatro de la tarde en la terraza del
Mercado Barceló. De repente hubo como un movimiento de tierras, un
séquito de unas quince personas, con aires de gente importantísima,
precedidos y rodeados por hombres de corbata, gafas Ray Ban y
pinganillo, muy metidos en su papel, fueron despejando toda la terraza.
¿Quién iba en el centro de semejante séquito de adoradores?. ¿Lo
adivinan? Nada menos que el ministro Miguel Arias Cañete, "in person".
Encantado de haberse conocido. Agradeciendo la hospitalidad a los
relaciones públicas y seguratas del lugar, que en cuestión de minutos
formaron una cinta de seguridad, despejaron el espacio y pusieron la
cinta que clausura el espacio.
Los clientes, a fastidiarse. Hoy un excelentísimo ministro ha tenido la
deferencia de visitar la terraza. Acto tan paleto y obsecuente que
recuerda a la época de Franco y sus ministros agasajados al estilo
Berlanga y la Escopeta Nacional. Qué país.
Así queremos dar confianza a Europa. Siempre recuerdo al primer ministro
socialdemócrata Olof Palme que viajaba a su trabajo en el metro de
Estocolmo.
Hasta que un loco de la vida lo mató cuando volvía del cine con su
mujer. Acto de humildad, acto de valentía. Por algo en estos países
nórdicos fue donde se inventó el Bienestar Social que por aquí, por el
Sur, estamos destrozando a dentelladas de políticos entre corruptos o
incapaces.
Cañete cierra una terraza para tomar un café :: Opinión :: Política :: Periodista Digital
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