20120620

Cañete cierra una terraza para tomar un café

Que se bajen el sueldo políticos. Que se quiten las pensiones vitalicias los que las tengan. Que paguen su seguridad social igual que los demás trabajadores. Que tengan un trabajo y un sueldo acorde con la situación en que vivimos. No un trabajo trampeado en tres cargos y con ello tres sueldos. Que practiquen la austeridad en sus dietas hiper generosas y fuera de control, como todos los trabajadores españoles la han practicado con dietas anímicas. Que paguen de su bolsillo el café que toman en los bares.

Que reduzcan al mínimo las comidas de trabajo y pidan menú, como el común de los mortales. Que dejen de asistir a comilonas que cuestan entre cincuenta y cien euros por comensal. Que no sean tan triperos. Que disimulen un poco, muchos de los varones, el ansia que tienen por "las niñas" (ya se me entiende). Que bajen a la tierra y se solidaricen con una ciudadanía a la que no paran de pedir paciencia, sacrificios y austeridad.

Austeridad para ir a los hospitales. Austeridad para la educación de sus hijos. Austeridad para no tener asegurado un salario que llevar a casa. Austeridad para no tener garantizado el techo que llevan años pagando. Austeridad para aguantar la tropelía de comisiones y abusos de los bancos en sus ahorros. Austeridad para acostarse siendo los más ricos de la región (Aznar dixit) y amanecer sin un mendrugo que llevarse a la boca.

Ya está bien. No me creo una palabra más de la politiquería española mientras no se bajen el sueldo un treinta por ciento y adelgacen el vergonzoso capítulo de asesores. A partir de que tomen esa decisión. Empezamos a hablar.

No se puede seguir pidiendo tantos sacrificios a los ciudadanos desde la desvenguenza de cobrar dos o tres sueldos, llegando a un montante, asegurado y fijo, que multiplica por diez, en muchas ocasiones, el salario mínimo que ni siquiera todos los españoles tienen asegurado.

Es hora de hablar claro. Hay decenas de miles de concejales de la oposición de muchos ayuntamientos que cobran entre tres mil y cuatro mil euros y cuyo trabajo a ciencia cierta nadie sabe bien cual es, porque nadie lo controla. Quizá acudir a los plenos y protestar por todo o casi todo. Hacerse notar.

Asesores y más asesores de los concejales con mandato, que sólo pueden justificar su trabajo porque éstos, los electos, no tienen cualificación profesional y están nombrados por clientelismo, amiguismo, favores pendientes, etc. Es una vergüenza y es un insulto.

Ojalá en España cundiera el ejemplo del socialista francés Hollande y todos los políticos decidieran bajarse el sueldo un 30 por ciento. Cuando esto suceda, mi fe en la clase política española, quizá ganara algún punto, de los muchos que ha perdido en los últimos tres años. Quizá empezara a creer en ellos. Quizá me hiciera militante de base y empezara a exigirles desde dentro. Quizá.

Cuando los coches oficiales se reduzcan a un tercio. Cuando ministros, alcaldes, diputados, concejales, y cargos políticos salgan de casa "sabidos" y no necesiten legiones de asesores que hagan el trabajo por ellos.

El otro día el ministro Arias Cañete, en una entrevista en televisión, apoyaba una tesis muy similar a la aquí expuesta. Y contó que tuvo que hacer un viaje a Galicia. "En el avión viajábamos un escolta y yo", dijo ufano. "Porque los ministros tienen que salir de casa sabidos". Qué es eso de llevar tropecientos asesores con cargo a las arcas públicas, vino a decir el ministro en un discurso de nueva generación que, por qué no decirlo, me llenó de satisfacción.

Pensé. Empezamos a ser europeos. Alemania tiene la mitad de políticos que nosotros para el doble de población. Que se dice pronto.

Ilusión que me duró apenas unos días cuando el pasado jueves estaba yo tomando un café a eso de las cuatro de la tarde en la terraza del Mercado Barceló. De repente hubo como un movimiento de tierras, un séquito de unas quince personas, con aires de gente importantísima, precedidos y rodeados por hombres de corbata, gafas Ray Ban y pinganillo, muy metidos en su papel, fueron despejando toda la terraza. ¿Quién iba en el centro de semejante séquito de adoradores?. ¿Lo adivinan? Nada menos que el ministro Miguel Arias Cañete, "in person".

Encantado de haberse conocido. Agradeciendo la hospitalidad a los relaciones públicas y seguratas del lugar, que en cuestión de minutos formaron una cinta de seguridad, despejaron el espacio y pusieron la cinta que clausura el espacio.

Los clientes, a fastidiarse. Hoy un excelentísimo ministro ha tenido la deferencia de visitar la terraza. Acto tan paleto y obsecuente que recuerda a la época de Franco y sus ministros agasajados al estilo Berlanga y la Escopeta Nacional. Qué país.

Así queremos dar confianza a Europa. Siempre recuerdo al primer ministro socialdemócrata Olof Palme que viajaba a su trabajo en el metro de Estocolmo.
Hasta que un loco de la vida lo mató cuando volvía del cine con su mujer. Acto de humildad, acto de valentía. Por algo en estos países nórdicos fue donde se inventó el Bienestar Social que por aquí, por el Sur, estamos destrozando a dentelladas de políticos entre corruptos o incapaces.

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