20121229

El futuro deflaccionista de la economia

El futuro deflaccionista de la economia

Una de las consecuencias de esta crisis es saber si las medidas públicas llevaran a un escenario deflacionista o inflacionista. Para saber cuál será el resultado final, primero es necesario desmontar algunos tópicos cuando se intenta explica qué es la deflación. Este es un modesto intento por aclarar algunas ideas erróneas a este respecto.

Qué no es Deflación, qué es Deflación

Un descenso de precios no es deflación. Un descenso de precios es… un descenso de precios, una desinflación. En periodos de crisis, la demanda agregada decrece y algunos vendedores reducen los precios de sus productos como una estrategia de venta, lo cual provoca una desinflación en esos sectores específicos donde operan. Pero no es una deflación general en toda la economía (a nivel macro, la economía no funciona como la suma de economías individuales, falacia de la composición).

Deflación no exactamente es el movimiento contrario a inflación. De hecho, técnicamente puede coexistir la deflación con precios altos de algunos productos (si no están incluidos en el IPC como el caso de la vivienda) o con una inflación subyacente con una tasa ligeramente positiva (sin incluir alimentos y petróleo).

Según el FMI, la deflación es una caída del índice general de precios de varios trimestres. Pero esta definición peca de ser muy aséptica. La condición fundamental para que exista deflación, es que tiene que haber una contracción monetaria, tiene que darse una restricción crediticia.

Esta restricción en el crédito puede provocar una deflación de activos, que conlleva un “efecto pobreza” (según Modigliani, el consumo no solo depende de la renta actual, como decía Keynes, o de la renta permanente que explicaba Friedman sino también de la riqueza, de forma que cuando la riqueza disminuye, disminuye el consumo y por eso los bancos centrales impiden que los precios de las viviendas caigan y reflejen sus precios verdaderos) y/o una deflación de precios (que provoca el aumento temporal del poder de compra del dinero).

Deflación de activos y de precios pueden coincidir en el tiempo (Suecia, 1922) aunque puede darse sólo uno de los dos tipos (Japón, 1990). De hecho, pueden coexistir deflación de activos e inflación de precios (subida del IVA con contracción de la masa monetaria).
El caso de Japón en los 90

Cuando se habla de deflación siempre aparece Japón como el mejor ejemplo, pero:

a) antes de Japón, la deflación era un fenómeno conocido. Estados Unidos en los años 20 ó Canadá, Suecia y Noruega en los 80 tuvieron deflaciones. Incluso EEUU, antes de 1929, ya sufrió deflaciones más intensas y duraderas en 1839 y 1869 (Nota: en el caso sueco, la deflación aparece parcialmente motivada por la pertenencia al patrón oro. La salida en 1931 del patrón oro facilitó la lucha contra la deflación (Berg y Jonung “Pioneering price level targeting: The Swedish Experience 1931-1937”). En este aspecto, para España, la pertenencia a la UME funciona como un obstáculo para luchar contra la deflación al modo del patrón oro para Suecia).

b) Japón no sufrió una deflación de precios sino una tremenda deflación de activos. Según Kazuo Ueda, miembro del Comité de Política Monetaria del banco central japonés, “coincidieron tres fenómenos: el estancamiento de la economía real, la deflación de precios y la deflación de activos. La deflación de precios persistió desde mediados de los 90, pero fue suave; sin embargo el descenso en el precio de los activos fue mayor que el de la Gran Depresión.”.

Durante este periodo de deflación de activos, la Bolsa de Tokio tuvo incrementos del 20% en algún periodo. Pero, ¿cómo subió la Bolsa en un periodo de deflación (ver chart)?

Durante periodos de deflación el PIB siempre decrece
Un descenso de la demanda agregada (movimiento de la curva AD del grafico inferior de la izquierda de AD1 a AD2) lleva a una reducción de precios (de P1 en el eje de ordenadas a P2) y de producción (de Y1 a Y2) por lo que igualmente caen los ingresos que obtienen las empresas. Dado que los costes laborales no disminuyen en igual proporción por las cláusulas que impiden bajar los salarios, se contraen los márgenes, la inversión y del empleo. La contracción del empleo ocasiona la reducción del consumo y la espiral empieza de nuevo: menos empleo, beneficios, consumo, producción…

Pero existe una deflación “buena” (parte derecha del grafico inferior). Las sociedades avanzan y los aumentos de competitividad y competencia favorecen la aparición de productos a menores precios que permiten abrir nuevos mercados y más producción, del punto de equilibrio Y1 a Y2. (Bordo y Redish).

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El problema es que periodos deflacionarios han coincido con políticas monetarias restrictivas por parte de los bancos centrales (la FED en 1929, de ahí que la decisión de Bernanke de evitar su repetición vía aumento oferta monetaria y búsqueda de inflación). Por eso el tópico de unir siempre deflación, depresión y contracción del PIB.
Bajadas de tipos no solucionan la deflación. Solo más gasto público lo logra.

Para los monetaristas, bajar los tipos de interés y recapitalizar a las entidades financieras para fomentar el crédito a familias y empresas es la solución a la deflación.

Para los keynesianos, el gasto público es la mejor opción porque la curva de preferencia por la liquidez se vuelve infinitamente elástica. Los inversores prevén que la tasa de interés no puede bajar por debajo de 0% y que subirá en el futuro, por lo que prefirieren atesorar dinero y la política monetaria se vuelve ineficaz al alcanzarse el “Limite Inferior Cero”. Sólo el Estado con su gasto puede solucionar esta Trampa de la Liquidez.

Pero si algo ha puesto de manifiesto esta crisis es la capacidad de los bancos centrales para crear nuevos programas de estímulo monetario para incentivar la economía (inyectar liquidez al sistema, comprar bonos, papel comercial y cédulas hipotecarias, adquirir divisa extranjera para devaluar la propia moneda y crear inflación…) por lo que Keynes se lo pensaría dos veces antes de hablar de ineficacia monetaria.

Respecto al gasto publico extra, aún está por demostrarse que más gasto público tenga efectos positivos reales y temporales en la economía.

La deflación lleva a la hiperinflación

La hiperinflación se germina en periodos de deflación, no de inflación. Si los ciudadanos pierden la confianza en el sistema económico en el que viven y retiran su confianza en el papel moneda que usan, la circulación del dinero se contrae y la demanda decae. Deja de existir suficiente moneda y para compensar esta carencia, el Banco Central emite más moneda, que tampoco es usada, con lo que las re-impresiones aumentan y el proceso vuelve a comenzar. Pérdida de confianza en la moneda que lleva a nuevos excesos de impresión y que acaban por dar lugar a la hiperinflación (el pengo de 100 billones, el mayor billete jamás emitido).

El problema no es que se contraiga el consumo porque los precios estén más baratos la semana siguiente. El verdadero problema de la deflación es que el inversor no encuentra posibilidades de invertir y colocar su dinero. Si el dinero no circula, el sistema bancario no puede crear más dinero y si no se puede crear dinero todo el sistema se colapsa.
¿Es el futuro deflacionista o inflacionista?

El futuro es deflación de precios y de activos mientras exista una gran deuda por pagar. Si las familias se dedican a ahorrar la cifra record del 17.5% de su renta disponible (Pág. 35, Banco de España) y el sistema financiero restringe el crédito, el dinero en circulación desaparece y los activos pierden su valor. Dado que todo el sistema actual se basa en el crédito, si los ciudadanos no aceptan nuevo crédito, la deflación aparece. Si no se crean nuevas deudas, no se pueden pagar las deudas anteriores porque no se puede crear nuevo dinero en suficiente cantidad para satisfacer los pagos.

Las crisis anteriores se han solucionado a través de la creación de más masa monetaria, más crédito, tipos de interés menores para ayudar al pago de las deudas. Sin embargo, esta crisis es diferente, porque el descenso de los tipos no es suficiente (se tendría que situar en el -5% para que tuviera efecto pero se eliminaría el incentivo en prestar y por eso solo los bancos centrales prestan) y el volumen de la deuda ha asustado a muchas familias.

Para el caso español, el corsé del euro impide los ajustes monetarios tradicionales. Con desempleo creciente, los estímulos keynesianos no funcionaran y el ajuste será “austriaco” vía empleo y/o salarios. Seguirán cerrando aquellas empresas que no puedan mantener márgenes que permitan tener beneficios para amortizar sus deudas.

La única forma de crear un cierto efecto “riqueza” es el incremento de las Bolsas. En economías donde el 57% del PIB es consumo, a falta de otras soluciones reales, solo habrá recuperación vía ese efecto riqueza artificial.

Esta vez, por desgracia, la inflación “buena” no vendrá a socorrernos.

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