Hacienda dice que va a publicar el primer trimestre de 2013 la lista de
los grandes defraudadores y morosos. El gran fraude español no es lo que
algunos puedan intentar no pagar a Hacienda, sino lo que Hacienda llega
a sustraernos.
Los impuestos en España se basan en castigar al creador de riqueza como si fuera culpable de algo, y en premiar al que nada produce como si por definición fuera víctima de algo. Son unos impuestos que se basan en el paternalismo y en el resentimiento social, en la solidaridad mal entendida porque no favorece el ascensor social sino que hace que unos cuantos se crean que tienen derecho a vivir del dinero de los demás.
El fraude es Hacienda, el fraude es que el Estado intente suplantar al individuo, el fraude es el poco respeto a la propiedad privada y el total desagradecimiento a los que trabajando con abnegación y talento crean empresas, generan beneficio y pagan las nóminas y los supuestos derechos, y las todavía más presuntas conquistas sociales, valiente eufemismo para el enésimo atraco.
El Estado, en lugar de proteger a los empresarios, como el motor que son de la economía española, va a masacrarles con unos impuestos que además de injustos y de escandalosos, son una burla a tanto esfuerzo y a tanta dedicación. Algún día se cansarán de que les tomen por idiotas, bajarán sus persianas, y entonces a ver de qué se quejan, y contra quién, los sindicatos.
Hacienda es el principal enemigo público de la prosperidad, y la losa más pesada que nos impide salir de la crisis. Hacienda con su locura confiscatoria crea holgazanes y desanima al emprendedor; fomenta el exilio fiscal y bien puede decirse que un defraudador actúa en defensa propia.
Mientras el Estado continúe secuestrando la vida pública española con su intervencionismo atroz e inaudito, la miseria va a ser nuestra característica y el fraude será esta miseria y no los que de un modo u otro intentaron a la desesperada proteger lo suyo.
Los impuestos en España se basan en castigar al creador de riqueza como si fuera culpable de algo, y en premiar al que nada produce como si por definición fuera víctima de algo. Son unos impuestos que se basan en el paternalismo y en el resentimiento social, en la solidaridad mal entendida porque no favorece el ascensor social sino que hace que unos cuantos se crean que tienen derecho a vivir del dinero de los demás.
El fraude es Hacienda, el fraude es que el Estado intente suplantar al individuo, el fraude es el poco respeto a la propiedad privada y el total desagradecimiento a los que trabajando con abnegación y talento crean empresas, generan beneficio y pagan las nóminas y los supuestos derechos, y las todavía más presuntas conquistas sociales, valiente eufemismo para el enésimo atraco.
El Estado, en lugar de proteger a los empresarios, como el motor que son de la economía española, va a masacrarles con unos impuestos que además de injustos y de escandalosos, son una burla a tanto esfuerzo y a tanta dedicación. Algún día se cansarán de que les tomen por idiotas, bajarán sus persianas, y entonces a ver de qué se quejan, y contra quién, los sindicatos.
Hacienda es el principal enemigo público de la prosperidad, y la losa más pesada que nos impide salir de la crisis. Hacienda con su locura confiscatoria crea holgazanes y desanima al emprendedor; fomenta el exilio fiscal y bien puede decirse que un defraudador actúa en defensa propia.
Mientras el Estado continúe secuestrando la vida pública española con su intervencionismo atroz e inaudito, la miseria va a ser nuestra característica y el fraude será esta miseria y no los que de un modo u otro intentaron a la desesperada proteger lo suyo.
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