20121226

Panamá quiere fichar a los quinientos ingenieros españoles que acaba de despedir Ana Pastor

Panamá quiere fichar a los quinientos ingenieros españoles que acaba de despedir Ana Pastor

El presidente de Panamá, Ricardo Alberto Martinelli, exhibe un carácter tan arrollador como excéntrico. Es de esos tipos que no dejan indiferentes. Dueño de una cadena de supermercados, allí se le conoce popularmente con el sobrenombre de El loco Martinelli. En las últimas elecciones se aprovechó precisamente de este mote para zaherir a sus adversarios. “Los locos somos más”, decía su lema. Pues bien, una impresión similar de su persona se debió llevar la ministra española de Fomento, Ana Pastor, cuando, en una visita reciente a Panamá, el presidente de este país se ofreció decidido como un rayo a contratar a cientos de ingenieros españoles en paro.


Previamente, Pastor había explicado circunspecta al mandatario los planes que había bosquejado para Ineco, la firma de ingeniería y consultoría del Ministerio que ella dirige. Le comentó que, tal y como adelantó El Confidencial, se iba a ver obligada a presentar un expediente de regulación de empleo (ERE) que afectaría a más de 500 personas, equivalente a casi un 20% de su plantilla. La mayoría de los despedidos serían ingenieros de alta cualificación. Martinelli no salía de su asombro. “¿Despedir? ¿A ingenieros?”, se rasgaba las vestiduras el panameño. “Por favor, tráigamelos, que los contrato a todos. Aquí necesitamos a miles de ellos”.

Panamá, un país cuyo PIB crece a un ritmo superior al 10%, habla castellano y utiliza el dólar, se ha convertido en El Dorado de los empresarios españoles. Allí se han ido un buen puñado de constructores a hacer las Américas -véase el caso de Sacyr con la ampliación del Canal- al contemplar, impotentes, el erial patrio. Y, efectivamente, en este país americano hay dinero y se demanda trabajo de alta cualificación.
Sin embargo, el ofrecimiento de Martinelli no fue recibido con alharacas por la ministra. Tres razones justificaban la desazón de Pastor: primero, el hecho nada agradable de tener que poner en marcha un nuevo ERE en una empresa pública dependiente de Fomento; segundo, ver cómo el talento nacional emigra al extranjero, y tercero, que la oferta fuera para los ingenieros españoles y no para la propia Ineco. La ministra entiende que, con una mayor carga de trabajo, no se hubiera visto obligada a despedir a cientos de sus trabajadores de la firma pública de ingeniería.

Y es que, antes de la llegada de Rajoy al poder, Ineco era paradigma de la mala gestión pública. Con una plantilla de 2.500 trabajadores, había años en que se contrataban a cerca de quinientos de una misma tacada. No porque fueran necesarios ni se hubiera conseguido ningún jugoso contrato. Más bien porque era vista como una compañía pública de colocación de familiares y amigos. Ahora, ingenieros con tan sólo dos años de antigüedad se van a ver de patitas en la calle.

Al nuevo responsable, Pablo Vázquez, le toca la ingrata labor de ajustar la plantilla e internacionalizar una compañía que, hasta este momento, sólo contaba con tres clientes nacionales de dudosa salud económica: Adif, Aena y Renfe. La de Vázquez se presenta como una misión complicada pero no imposible, ya que si algo ha quedado claro es que a los ingenieros españoles se los rifan allende nuestras fronteras.

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