Políticos «de ración»
Javier Guitián
No soy aficionado a la pesca, aunque sigo con interés las conversaciones
sobre el tema en las tertulias de mi pueblo; creo que de seguir así en
poco tiempo seré un perito en poteras y lubinas. Sobre la política, qué
les voy a decir, me interesa, pero sé que jamás alcanzaré la condición
de experto. Sin embargo, cuando políticos y peces se juntan por alguna
razón la cosa empieza a interesarme y es eso, exactamente, lo que me ha
ocurrido recientemente. Espero, al contarlo, que los lectores disculpen
mi incursión en el mar de la política.
Hace unas semanas, un inusual contertulio de las citadas reuniones,
pescador gran parte de su vida, me explicó por qué las cosas van mal en
nuestro país. En su opinión, el problema es que lo políticos actuales
son, dijo textualmente, «de piscifactoría». Siempre hay excepciones,
exclamó, pero al igual que los rodaballos en las granjas marinas son
todos del mismo tamaño, y visten, se alimentan y se peinan igual. De la
misma manera, cuando uno se diferencia un poco lo sacan del tanque, el
partido, y lo eliminan; al mercado solo salen «políticos de ración». Muy
al contrario, continuó, los políticos de la década de los ochenta eran
salvajes, como los rodaballos de mar, todos diferentes. Su crecimiento
no estaba controlado, tampoco su estética e, independientemente de su
ideología, no eran expulsados del tanque con tanta facilidad; nada de
ración, con un político de los de antes se podían hacer tajadas para dar
de comer a la tripulación de un arrastrero, exclamó finalmente.
No había visto nunca la cuestión desde esa perspectiva, pero les
confieso que me parece sugerente. Uno no tiene más que recordar el
primer Gobierno del Partido Socialista Obrero Español o la presencia
posterior en el Parlamento de personas como José Antonio Labordeta para
añorar el poderoso sabor intelectual de aquellos rodaballos salvajes,
frente a los actuales filetes de cultivo de algunos ministros.
No vean en esto una crítica general de la política, entre otras cosas,
porque la idea no es mía; creo, de verdad, que todavía quedan buenos
ejemplares en el mar. Sé, además, que al igual que las reservas
pesqueras, los rodaballos se agotan y su cultivo es una buena
alternativa para cubrir la demanda actual, a la vez que una fuente de
empleo y riqueza importante. Lo que me gusta de la exposición de mi
amigo es que utiliza sus conocimientos para explicar la realidad que le
rodea, algo cada vez menos habitual. Sencillamente, él ha trabajado toda
la vida con peces y sabe diferenciar un rodaballo salvaje de uno de
cultivo.
Al final, si lo piensan, políticos y pescadores tienen más en común de
lo que creemos. Ambos utilizan cebos y ambos tienen tendencia a mentir.
Los primeros sobre sus programas electorales, los segundos sobre el
tamaño de los peces que han pescado.
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