20130227

¿Podemos salir de este lío en helicóptero?

¿Podemos salir de este lío en helicóptero?

Hasta hace poco, se suponía que los bancos centrales debían mantener los precios estables y poco más. Antes de la crisis financiera, se asumía que una inflación baja y estable garantizaría el máximo de crecimiento sostenible y, a largo plazo, bajas tasas de desempleo. Ya no. Ahora, al parecer, tomamos nuestro ejemplo económico de Doctor Who.

Montados en su nave macroeconómica, hemos vuelto a finales de los años 60. Después de décadas de negación, los reguladores creen ahora, aparentemente, que hay un equilibrio entre desempleo e inflación. Sí, la curva de Phillips ha vuelto.

Para los economistas de una cierta cosecha -e incluyo a sir Mervyn King, el que pronto será exgobernador del Banco de Inglaterra- éste es un giro muy extraño de los acontecimientos. La curva de Phillips fue desechada en los años 70 dado que, al contrario de lo que decía la sabiduría popular de la época, tanto el desempleo como la inflación crecían. Para algunos, el más evidente Milton Friedman, esto era una clara prueba de que el consenso keynesiano de la posguerra era un sinsentido peligroso, que debía ser rechazado por todo regulador sensato. Ahora, después de décadas en el desierto, el imperio keynesiano está de vuelta.

Como el propio sir Mervyn admitió la semana pasada después de la publicación del informe de inflación del Banco de Inglaterra, "a corto plazo, tendremos que asumir [una inflación más alta]; no es lo deseable, pero ésa es la mano que nos ha tocado" de cara a estimular una recuperación. Se trata de un cambio radical significativo. Antes de la crisis financiera, ningún gobernador de banco central que se preciara habría admitido jamás una contrapartida de ese tipo. Por entonces, la credibilidad antiinflacionaria lo era todo. Ahora, al parecer, no es nada.

Es tal el entusiasmo para devolver a la actividad económica su aplomo precrisis que algunos -de forma más intensa Adair Turner, el carismático presidente de la Autoridad de Servicios Financieros- están abogando por el uso de lo que se ha dado en llamar dinero de helicóptero.

Esta táctica incluye que el Gobierno de turno incremente a propósito su déficit presupuestario por una cantidad considerable, financiada a través de la venta de nuevos bonos emitidos por el banco central que, a su vez, imprime generosamente unos pocos miles de millones de nuevos dólares, yenes, euros o libras para proporcionar la financiación necesaria. Ese dinero de nuevo cuño se suelta después desde helicópteros monetarios en la economía, o bien vía un recorte de impuestos, o bien vía un aumento considerable del gasto público. Es, aparentemente, dinero gratis.

Una cuestión de capacidad económica

Mientras una economía tiene abundancia de capacidad de reserva, los beneficios de un estímulo así se traducen en mayor crecimiento en lugar de en una inflación más alta.

Pero ¿cómo sabemos si esa capacidad de reserva está ahí fuera? La OCDE, que intenta calcular este tipo de cosas, sigue cambiando de idea a nivel institucional respecto a este asunto fundamental. Su estimación inicial de que la economía de Reino Unido estaba más del 6% por debajo de su potencial en 2009 ha sido revisada ahora hasta menos del 3%. Eso indica que el dinero de helicóptero no puede justificarse fácilmente con la capacidad de reserva solamente -a menos que estemos preparados para aceptar el riesgo de una inflación más alta-.

Iré más allá. Aquéllos que abogan por el dinero de helicóptero al tiempo que reclaman que la inflación no suba están siendo o bien insinceros o no han comprendido del todo cómo se supone que va a despegar el helicóptero.

Si el dinero de helicóptero es algo más que el estímulo fiscal de toda la vida con un disfraz, es probable que funcione sólo si la inflación y las expectativas inflacionarias van en aumento, mientras los tipos de interés permanecen bajos. Con los tipos de interés a cero, el coste de los préstamos puede bajar más sólo si se aumentan las expectativas de inflación: cuanto más se espere que suba la inflación y el banco central diga que no hará nada para detenerla, más caerán los llamados tipos de interés reales.

El ejemplo que apoya esto es el New Deal de Franklin D. Roosevelt (FDR), que llevó a un significativo renacimiento económico en los años 30. Durante la Depresión, la producción de EEUU cayó un 30%, y los precios un 20%. Gracias a un estímulo fiscal y monetario gigantesco -lo más cerca que hemos estado de una aplicación con éxito del dinero de helicóptero-, la producción en el primer mandato de FDR creció un 39% mientras los precios subieron un 13%. FDR no ocultó su intención de aumentar la inflación. Dado lo que había ocurrido antes, arguyó, era correcto moralmente.

Las políticas de Rooosevelt revelan dos cosas. Primera: incluso con grandes cantidades de capacidad de reserva, la inflación también puede subir; los reguladores actuales son muy evasivos sobre la probabilidad de que aumenten los precios. En segundo lugar, FDR fue capaz de justificar la búsqueda de una inflación más alta sólo gracias a la deflación y la depresión que la habían precedido.

Hoy, sin embargo, eso no puede sostenerse fácilmente. Ésa es la razón por la que en la era moderna el dinero de helicóptero es improbable que siga en el aire durante mucho tiempo -especialmente en el Reino Unido, donde nuestros problemas cada vez parecen más ser una ausencia de productividad, no una caída de la demanda-.

Stephen King. Economista jefe del grupo HSBC.

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