Hay algo que no es como me dicen
La izquierda divide eI mundo en buenos y malos. Los buenos son los de
izquierdas. Los malos son los de derechas. Y los de centro, porque para
la izquierda el centro no existe, es un “no lugar”, el escondite falaz
en que se refugia la derecha vergonzante.
Este esquema tan simple es el que sirve a la izquierda para establecer
las distintas categorías y bendecir o excomulgar, según corresponda. Así
distingue entre dictadores buenos y malos, activistas buenos y malos,
machistas buenos y malos…
Toni Cantó se atrevió a pisar un terreno minado, la violencia contra las
mujeres, e imagino que se le habrán quitado las ganas para una larga
temporada. Quizá pensaba, ingenuamente, que en España hay libertad para
hablar de todo, pero ha podido comprobar que la nueva inquisición –el
feminismo radical y el orfeón pusilánime que lo secunda- no permite en
este asunto salirse del discurso políticamente correcto, so pena de
pasar a engrosar la lista de los apestados.
Como el juez Serrano, inhabilitado casi de por vida por alterar en un
día el régimen de visitas de un padre para que su hijo pudiera salir de
nazareno en una procesión sevillana. Machista y capillita, para más
inri. Anatema.
Para esa izquierda faltona que ha echado raíces en las redes sociales el
único que puede nombrar a Cristo y salir indemne es Hugo Chávez,
actualmente en proceso laico de beatificación.
A Cantó, para ajustarse a la realidad, le hubiera bastado con corregir
las cifras y matizar adecuadamente sus palabras. Sin embargo, habiendo
observado que no se puede ir contra el discurso impuesto por el
ultrafeminismo en esta materia ha preferido recoger velas, pedir perdón y
hacer como que se cree que de las 135.000 (!!!!!) denuncias anuales por
violencia contra las mujeres sólo 20 son falsas. Aunque admitir sin
rechistar las cifras oficiales lleve a una conclusión descorazonadora:
España es un país de maltratadores.
Lo que el actor y diputado probablemente no sepa, aunque lo va a
comprobar, es que esta gente que lo insulta y lo amenaza se pasa por el
arco del triunfo sus reiteradas disculpas. Para los que reparten las
etiquetas, Cantó será ya para siempre un machista y un criminal. De los
malos.
Porque también hay machistas buenos,
aunque hayan sido condenados por violencia de género. Por ejemplo, Jesús
Eguiguren, presidente del Partido Socialista de Euskadi, el fontanero
de las cloacas del zapaterismo, que cuando volvía de sus reuniones
clandestinas con Otegi y Josu Ternera le daba unas hostias a su consorte
para rebajar la tensión acumulada. Txusito el abertzale, el héroe
discreto que tiró de mano izquierda para negociar con los terroristas y
de mano derecha para cruzarle la cara a su compañera.
Cantó ha cuestionado de manera torpe y precipitada los resultados de una
ley manifiestamente mejorable, y la progresía engallada en el twitter
se ha dividido entre los que exigen su cese fulminante y los que se
apuntan voluntarios a su empalamiento.
A Eguiguren, maltratador condenado por sentencia firme, lo han elegido
presidente de los socialistas vascos y Jordi Evole, siempre tan cercano a
la causa de los débiles, le dedicó una entrevista complaciente en la
que se olvidó de preguntarle por su mujer.
No sé si detrás de todo gran hombre hay una gran mujer o si detrás de
toda gran mujer hay un hombre excepcional, pero lo que sí puedo afirmar
con rotundidad es que enfrente de todo machista bueno hay una mujer de
derechas. Verbigracia, Fátima Báñez, a quien el Secretario de
Organización del PSOE de Huelva querría ver en su pueblo (que es el
mismo de Jesús Quintero) haciendo punto de cruz. Por rancia y por fea.
María
Antonia Iglesias y Fátima Báñez van al mismo peluquero, pero María
Antonia es “de las nuestras” y meterse con su peinado es machista. El
estilismo de la ministra, sin embargo, es motivo de sano descojone en
las redes sociales.
Siempre he sido algo ingenuo, pero con el tiempo he aprendido que el
feminismo radical no defiende la dignidad de las mujeres, sino sólo la
de las mujeres de izquierdas.
Las mujeres de derechas (o de
centro, esa mentira) no tienen dignidad. O son unas antiguas cargadas de
hijos o unos putones que sólo piensan en que les regalen bolsos de
Loewe. Ya se sabe que no hay nada más machista que una tía del pepé.
No te digo ya nada si además es guapa. Como Nevenka Fernández, en cuyo
acosador se ha apoyado el PSOE de Ponferrada para acceder a la alcaldía.
Rubalcaba, en una reacción desganada y tardía, le ha exigido que dimita
y el nuevo alcalde se ha marcado un claqué con el bastón de mando.
Juan José Millás, a buenas horas mangas verdes, ha reconocido en su
artículo de El País que un grupo de mujeres socialistas que lo invitó a
cenar hace unos años le confesó que a Nevenka la dejaron sola porque el
feminismo pensó “que se joda, que no hubiera sido guapa y de derechas”.
Millás, que no es sospechoso, se echa las manos a la cabeza: “¿Pero
dónde estaban, Dios mío, todas las militantes del PSOE en el momento de
consumarse la moción que daba la alcaldía al tonto de Samuel Folgueral?
Perdón, ya caigo: estaban celebrando el Día Internacional de la Mujer.”
A Millás se lo permiten porque es el gurú de la progresía prisista. Si
esto lo dice Toni Cantó se tiene que ir de España.
Aquel libro sobre Nevenka se titulaba “Hay algo que no es como me
dicen”. Se lo tomo prestado al autor, porque en este círculo cada vez
más viciado de las relaciones entre hombres y mujeres tengo la sensación
de que las cosas no son exactamente como nos las están contando.
Una sola mujer golpeada, una sola mujer violentada, una sola mujer asesinada, ya sería insoportable en una sociedad civilizada.
Pero una democracia sana tampoco puede permitirse un solo hombre inocente encarcelado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario