20130329

Yo no quiero ser español


Yo no quiero ser español

Castelao nos enseñó que cualquiera puede ser gallego y la necesidad nos obligó a hacernos brasileños, argentinos, venezolanos, estadounidenses o cubanos. Hay países que devoran a sus hijos y otros que los vomitan, pues el único cobijo que pueden darles es un estómago vacío, esa cámara de resonancia del hambre. El eco de nuestras tripas, ya digo, llegó a Europa, a Oceanía, a las Américas: allí donde gallego es sinónimo de rubio, de extranjero, de español. Compartimos apreturas con italianos e irlandeses, que conservaron secularmente su lengua, su gastronomía, su religión. Una vez visité a un tío en Montevideo. Vivía en una humilde casa pegada a la de sus suegros, oriundos de una parroquia vecina a la suya. Cuando franquearon la puerta para recibirme, nada más abrir la boca, me di cuenta de que aquellos viejos jamás habían salido de su aldea, aunque su documento de identidad era uruguayo, claro.

El Gobierno de España prepara un examen de españolidad, que yo entiendo de españolismo. Si usted es extranjero, podrá lograr la nacionalidad si jura fidelidad al rey, demuestra que está integrado en nuestra sociedad y domina el castellano. Al margen de la lealtad a la monarquía (a mí no me han hecho firmar en ningún sitio), desconozco cómo una persona logra formar parte de un todo (en el caso de que España fuese una y grande), pero me puedo imaginar a un marinero senegalés faenando en un exquisito gallego de Burela o a un obrero marroquí encofrando en un perfecto catalán de L’Hospitalet. Habría que preguntarle a los examinadores si los conocimientos de estas dos últimas lenguas valen por un carné de españolidad o no hay convalidación que valga.

Luego estamos los de casa, que lucimos con orgullo o desdén el aprobado pese a que no nos hayan sometido a ningún examen. Hasta somos europeos sin haber pasado prueba alguna, lo que tiene cojones. No tenemos pajolera idea de Europa ni podemos presumir de hablar ningún idioma, excepto los emigrantes, es decir, los inmigrantes. Me da que todo este rollo de lo español es muy propio del que jamás ha puesto un pie más allá de su pueblo, ese límite mental donde uno empieza a ser extranjero. Y si alguien me dice que no, que todo lo contrario, que la ocurrencia del examen ha sido de unos señores muy viajados que han hecho unos másteres fuera y tal, entonces pensaré que la convocatoria tiene delito.

En caso de que prospere el borrador del anteproyecto de ley de Reforma Integral de los Registros (fíjense que cortina verbal de humo han desplegado para ocultar una medida genuinamente facha), propongo que universalicen la prueba y obliguen a todo caballero español (y a toda dama española) a realizar el cuestionario de turno, empezando por el dominio de la lengua oral y, prepárense, escrita. Mejor no hablar de las respuestas que destilará el test de cultura general, si lo hubiese. Y ya comentaba antes que ignoro de qué va eso de la integración, aunque percibo a mucho compatriota que va a su puta bola o directamente a su puta caverna, en su derecho está. En fin, que pregunten lo que quieran, pero me temo que más de uno suspenderá aposta si de esa manera le despojan de su condición de español. Yo, desde ya, me declaro exento y, si la corona no se cela, también infiel.

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