20130429

Los inmigrantes dejan Ruzafa

Los inmigrantes dejan Ruzafa

  • Las tiendas de productos importados se convierten en supermercados convencionales y un gran número de locutorios ha tenido que cerrar
  • El retorno de extranjeros a sus países cambia la fisionomía de un barrio que ha sido en las últimas décadas el corazón de la multiculturalidad
«Mi hermano ha tenido que volver a Pakistán, y a mí me va muy mal el negocio», cuenta Ejuz Ahmed, propietario de una tienda de alimentación en Ruzafa. «Yo conozco a varias personas con el billete de avión comprado para irse, sólo el de ida», añade David, ciudadano boliviano. El barrio de Ruzafa, enclave multicultural por excelencia de la ciudad de Valencia, sufre cada vez más historias como ésta, también presentes en toda la Comunitat. «Se han ido entre un 15 y un 20 por ciento», estima el portavoz de la asociación de vecinos del barrio, Giovanni Donini, por la menor afluencia de extranjeros a las donaciones de alimentos de la entidad.

Según el Instituto Nacional de Estadística, la Comunitat perdió habitantes por primera vez en 17 años el pasado 2012, un hecho principalmente motivado por «el éxodo de personas extranjeras». El fenómeno tiene más incidencia en barrios con mayor presencia de población foránea, como el de Ruzafa, donde viven 4.621, según el último padrón municipal, del pasado 2012. En 2009 eran 5.015 los extranjeros residentes en el lugar.

«Suelen ser personas que, generalmente, ejercían trabajos en el campo, la hostelería, el servicio doméstico o la construcción que no querían ocupar los españoles. Pero ahora con la crisis los están supliendo los habitantes de aquí». Éste es el resumen de la situación que realiza Neus Fàbregas desde la asociación Jarit, entidad que opera en Ruzafa con el fin último de proporcionar «herramientas para la convivencia entre las diferentes culturas».

Nada como un paseo por las calles del barrio para ponerle rostro a las cifras que alertan de la marcha de la tradicional población inmigrante de Ruzafa. El primer aspecto que llama la atención es el alto número de locutorios que han cerrado o están cerca de hacerlo. Hasta la fecha, la notable presencia de comercios dedicados a las llamadas internacionales evidenciaban la fuerza intercultural de la zona. Ahora, todos los testimonios indican que la población extranjera disminuye.

Un buen ejemplo se encuentra en la calle Pintor Salvador Abril. En la esquina con Arzobispo Melo, los albañiles se encargan de darle un nuevo uso al otrora bullicioso locutorio al que acudía la población foránea para hablar con sus familias. «Les iba muy mal. Cada vez tenían menos clientela y al final tuvieron que cerrar», comenta un vecino de la calle. «La marcha de tanta gente a su país les pasó mucha factura», apunta otro.

Cerca del lugar, en el chaflán que une las calles Luis de Santángel y Pedro tercero el Grande, de nuevo la persiana echada nos indica el triste final de otro locutorio. «Cerró hace un año», informan el bar de al lado, donde aseguran que el propietario aguantó hasta que el negocio le produjo pérdidas. Justo enfrente, los propietarios de una tienda de alimentación latinoamericana coinciden en que fue «la falta de clientela» la que les obligó a echar el cierre. «Les pasaba como a nosotros, que no hay trabajo y entonces no hay venta. La cosa está muy difícil», cuenta.

Los que todavía le hacen frente a la crisis no atraviesan una situación mucho mejor. «Entre la crisis y la gente que se va nos estamos quedando sin negocio», confiesa la dependienta de un locutorio de la calle Sueca. Tampoco el locutorio de Gull pasa por un buen momento. La situación del comercio de este ciudadano pakistaní que reside en Ruzafa dista mucho de la que vivía hace unos años. «Gano un 75 por ciento menos. La gente se está volviendo a su país o está aquí pero no trabaja, y si no trabaja no tiene dinero para llamar por teléfono porque lo primero es comer», comenta el gerente de este negocio de la calle Denia. «Estamos aguantando hasta que nos toque cerrar», concluye.

La historia se repite en cualquier negocio de este tipo que se visite. El también frecuentado locutorio que antes operaba en la calle Literato Azorín, aún luce el cartel invitando a llamar por teléfono y a enviar dinero a otras naciones. El local está abierto, pero para los obreros contratados por los nuevos propietarios, que lo están convirtiendo en un kebab. «El negocio iba fatal. Los inmigrantes se están marchando y, además, cada vez son más baratas las llamadas internacionales a través del teléfono móvil», relata este residente de origen asiático.

Los supermercados étnicos también son un buen indicador de cómo ha evolucionado la inmigración en Ruzafa. Cuando la llegada de personas extranjeras al barrio era constante, su presencia se disparó. Pero ahora sufren la marcha de sus mejores clientes o han de reorientar sus comercios. En la calle San Valero, Ejuz Ahmed regenta un ultramarinos cuyo cartel anuncia alimentación procedente de «Pakistán, India y Sudamérica». Pero en el interior, su mercancía poco dista de la de cualquier otro supermercado. «Ya no se venden productos importados. Antes los vendía mucho, pero ahora trabajo sólo el cinco por ciento de lo que trabajaba hace seis o siete años», lamenta. Este vecino de Ruzafa, Natural de Pakistán, tampoco ve clara la continuidad de la tienda. «Ahora mismo estoy trabajando catorce horas al día y sólo me llega para comer», indica.

En 'Productos Agapito Latinos', el puesto del mercado de David, ciudadano boliviano, sucede tres cuartos de lo mismo. «La gente se está marchando. Yo mismo conozco a varias personas que están a punto de irse. Los inmigrantes se van día a día de aquí», declara. Según explica, el regreso de sus paisanos se ha traducido en una caída de las ventas «de entre el 30 y el 40 por ciento en sólo un año».

Sólo la opinión de algunos vecinos dista de la general. «Yo, en mi entorno, no he notado nada. Todas las personas de mi país que conozco en la zona se han quedado a pesar de la crisis», comenta Vanessa, ciudadana italiana al mando de una pizzería. «Los clientes nos comentan que tienen que irse, pero a nosotros no nos ha afectado tanto como a los demás», indica la dependienta de una tienda de productos procedentes de China.

Para el sociólogo de la Universitat de València Francesc Torres, cuya tesis doctoral abordó la incorporación de las personas inmigrantes a la ciudad, y, en particular, a Ruzafa, son tres los principales cambios que ha sufrido el barrio desde 1990. Torres explica que se ha producido un proceso de «centrificación» por el que Ruzafa se ha adherido al centro de la capital, «aumentando su nivel adquisitivo e incorporando una potente presencia cultural y artística». En segundo lugar, «la reurbanización de las calles y la mayor amplitud de la acera ha supuesto la marcha de los comerciantes chinos y árabes que trabajaban al por mayor». El tercer factor, a juicio del profesor, es la propia marcha de parte de la población inmigrante.

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