La vida íntima de los dictadores: Franco, “cero mujeriego y un meapilas”, a diferencia de Hitler, Mussolinni o Stalin
La forma en la que dictadores como Stalin, Hitler, Mussolini y Franco
trataron a las mujeres que les rodearon durante su vida tiene una
continuidad clarísima en sus dictaduras, en opinión de Rosa Montero,
autora de “Dictadoras. Las mujeres de los hombres más despiadados de la
historia”. Publicado por Lumen, el libro es un “volcado” del programa de
televisión que Rosa Montero rodó hace tres años junto al productor
argentino Eliseo Álvarez. La intención a la hora de llevar este trabajo a
un libro fue volcar los capítulos tal y como se emitieron. “Todo está
transcrito como tal. Yo no lo hubiera escrito con este estilo, porque no
es mi estilo, pero creo que es una obra fascinante”.
Mussolini creía que el pueblo y las mujeres están hechos para ser violados
“Me pareció una gran idea, ya que no solo era hablar sobre sus esposas
sino sobre las mujeres que les rodearon, madres, hermanas, amantes, y de
cómo trataba esa dictadura a la mujer”, comentó la autora durante una
entrevista con EFE. El estudio de estas mujeres permite ver “de una
manera perfecta y distinta lo que es una dictadura. Hay una continuidad
perfecta en cómo tratan a las mujeres y en sus dictaduras. Mussolini
decía cosas como que el pueblo y las mujeres están hechos para ser
violados, y era literal pues él era un violador”.
Rosa Montero ha contado con destacados historiadores como David
Solar, Luis Reyes, Carlo Caranci, Paul Preston o Juan Carlos Losada para
elaborar un estudio “muy interesante y colectivo” que cuenta cosas “muy
poco conocidas y muy reveladoras”.
Franco era de otra liga
Al enfrentarse a las mujeres de los cuatro dictadores europeos, Montero
parte de la base de que “Franco es de otra liga completamente distinta.
Los otros son tremendamente mujeriegos, incluso Hitler que tenía
problemas sexuales. Cultivaban además la mitificación de la mujer hacia
ellos, como uno de los registros con los que podían imponer su fuerza
socialmente”.
Psicópatas mujeriegos…
Estos “psicópatas” utilizaban a la mujer como si fueran “fans
enloquecidas de un cantante”. Hitler, por ejemplo, ocultó a Eva Braun
para no decepcionar a sus fans. Stalin, Hitler y Mussolinni tuvieron
muchas enamoradas personales, fueron muy mujeriegos y, en realidad, no
prestaron ninguna atención a las mujeres, las utilizaban para sus fines:
“Fueron unos psicópatas incapaces de ver al otro”.
…y pedófilos
Otra condición de los tres dictadores, según Rosa Montero, “es que son
medio pedófilos. Les encantan las niñas pequeñas”, como demuestra el
hecho de que Stalin tuvo hijos con una niña de trece años, mientras que
Hitler y Mussolini tuvieron relaciones con menores. “Fíjate si serán
perversos que a todos ellos les han perseguidos mujeres que se han
suicidado o se han intentado suicidar, lo que refleja el tipo de
relación que establecían con ellas”, declaró la autora.
De acomplejado a dictador
Frente a los anteriores se sitúa Franco, un hombre “absolutamente cero
mujeriego, un meapilas. A diferencia de los otros, no va de hombre
carismático sino de invisible, de que no le vean. Es un hombre que fue
maltratado por su padre de pequeño, que había hecho el ridículo en la
escuela, que todo el mundo se reía de él con su voz aflautada. Era un
renacuajo”.
Carmen Polo impulsó su venganza
También, al contrario de los demás, su mujer tuvo una importancia
capital en la vida de Franco y en la dictadura. “Yo creo, y Paul Preston
avanza la teoría, que tal vez sin la existencia de Carmen Franco no
hubiera llegado a ser dictador. Ella impulsó su ambición como para
vengarse de todos los oprobios recibidos”.
Mitomanía materna
Otro de los aspectos interesantes que se revela en las páginas de
“Dictadoras” es el que se refiere a las madres de los protagonistas.
“Stalin tenía una madre imponente; Franco estaba completamente entregado
a su madre, una madre doliente, y la de Hitler era la típica madre
mimosa”.
En Mussolini es menos evidente, “pero son gente que no han tenido una
madurez normal. Son narcisos incapaces de reconocer al otro como otra
persona con derechos, y eso creo que viene de una etapa en la que no han
terminado de crecer; en cierta manera, esa mitomanía materna tuvo la
culpa”.
La “trágica” vida de Nadia
Entre estas mujeres, Rosa Montero considera especialmente interesante “y
trágica” a Nadia, la segunda esposa de Stalín. “Hija de comunistas, a
la que conoció pequeñísima, enseguida la hizo su amante. Era
inteligente, muy pura en sus ideales y la única que realmente se intentó
enfrentar a Stalin en momentos en que nadie le criticaba. Finalmente,
se suicidó en un día en que como otros muchos lo más seguro es que él la
había pegado”.
Rosa Montero considera también fascinante la figura de Margherita
Sarfatti, notable intelectual amante de Mussolini, de origen judío “y
eminencia gris del fascismo, que, cuando el Duce implantó las leyes
antisemitas, tuvo que salir del país”.
Su defensa de Unamuno, lo único bueno
Frente a estas mujeres, la autora sitúa a Carmen Polo, “mujer tremenda
que la única cosa agradable que hizo fue enfrentarse a Millán Astray
para defender a Unamuno”.
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