20140123

La historia de 300 se repitió en el siglo XIX

La historia de 300 se repitió en el siglo XIX




Que la Historia es cíclica es algo que demuestra la repetición de un mismo acontecimiento con distintas variantes. Aunque, a veces, el paralelismo es tan exacto que resulta sorprendente. Es el caso de lo acontecido con el desconocido revolucionario y héroe griego Athanasios Nikolaos Massavetas, más conocido como Athanasios Diakos, cuyo papel en la Guerra de Independencia de Grecia guarda una similitud más que asombrosa con el rey Leónidas y su defensa de las Termópilas.

Los orígenes de Diakos no fueron nobles ni mucho menos. Nacido en 1788 en un pequeño pueblo en el centro de Grecia en el seno de una familia pobre, al cumplir 12 años Diakos fue enviado como novicio al cercano monasterio de San Juan Bautista, donde cinco años más tarde se convertiría en diácono ‒de ahí su sobrenombre‒. Con 19 años mató a un dirigente local otomano porque intentó violar a una joven y se vio obligado a huir a las montañas para evitar que las autoridades lo atraparan y lo condenaran a muerte. A partir de ese momento se convierte en un rebelde y dedica su vida a luchar contra la ocupación otomana. En los años siguientes se convirtió en uno de los mejores y más terribles guerreros entre los rebeldes, una verdadera pesadilla para el ejército otomano, tanto es así que consiguió convertirse en el brazo derecho de otra figura legendaria de la Guerra de Independencia griega, Odysseas Androutsos.

En abril de 1821, un mes después del comienzo oficial de la Guerra de Independencia griega, las fuerzas turcas, formadas por entre 8.000 y 10.000 hombres, partieron de Tesalina para derrotar a los rebeldes griegos que se encontraban en el centro y en el sur de Grecia. El temor hacia Diakos y el deseo por destruirlo era tan grande que los dos grandes generales otomanos, Omer Vrioni y Köse Mehmed, decidieron utilizar la mayor parte de sus efectivos para aplastarlo. Diakos, por su parte, no dudó en detener el avance del ejército otomano con una pequeña tropa formada por 1.500 hombres. El lugar elegido por Diakos para la defensa era el puente de Alamana, un lugar cercano a las Termópilas, donde dos mil años atrás Leonidas y sus 300 espartanos habían luchado heroicamente contra un gigantesco ejército de persas. Una vez más, los griegos luchaban por su libertad con una importante desventaja numérica.

Después de oponer resistencia durante horas de agotadora batalla, el pequeño ejército griego tuvo que retirarse y Diakos se quedó en el puente luchando con 48 de sus hombres. Uno de sus soldados le ofreció un caballo para que escapara, pero Diakos se negó a retirarse y continuó luchando. Hasta que finalmente fue capturado, con vida, por el ejército otomano y conducido ante Vrioni y Mehmed. Ambos generales, admirados por la valentía y fiereza del guerrero griego, le ofrecieron el perdón a cambio de que renunciara a sus raíces y abrazara la fe del islam. Ante esta propuesta Diakos contestó: «Nací griego y moriré griego». Sin más remedio, a la mañana siguiente Diakos fue brutalmente torturado en público y empalado, como castigo ejemplar para los rebeldes.

Diakos no tuvo el inmenso honor de morir en el campo de batalla, como sí ocurrió con el gran Leónidas, pero hizo gala del mismo valor y coraje que el legendario rey hasta sus últimos momentos de vida. Su muerte, eco de la mítica defensa de los 300 espartanos, no tardó en convertirse en una leyenda y Diakos pasó a ser un mártir y un héroe del pueblo griego y de todos aquellos que luchan por la libertad. 

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