La historia de 300 se repitió en el siglo XIX
Que la Historia es cíclica es algo que demuestra la repetición de un
mismo acontecimiento con distintas variantes. Aunque, a veces, el
paralelismo es tan exacto que resulta sorprendente. Es el caso de lo
acontecido con el desconocido revolucionario y héroe griego Athanasios
Nikolaos Massavetas, más conocido como Athanasios Diakos, cuyo papel en
la Guerra de Independencia de Grecia guarda una similitud más que
asombrosa con el rey Leónidas y su defensa de las Termópilas.
Los orígenes de Diakos no fueron nobles ni mucho menos. Nacido en 1788
en un pequeño pueblo en el centro de Grecia en el seno de una familia
pobre, al cumplir 12 años Diakos fue enviado como novicio al cercano
monasterio de San Juan Bautista, donde cinco años más tarde se
convertiría en diácono ‒de ahí su sobrenombre‒. Con 19 años mató a un
dirigente local otomano porque intentó violar a una joven y se vio
obligado a huir a las montañas para evitar que las autoridades lo
atraparan y lo condenaran a muerte. A partir de ese momento se convierte
en un rebelde y dedica su vida a luchar contra la ocupación otomana. En
los años siguientes se convirtió en uno de los mejores y más terribles
guerreros entre los rebeldes, una verdadera pesadilla para el ejército
otomano, tanto es así que consiguió convertirse en el brazo derecho de
otra figura legendaria de la Guerra de Independencia griega, Odysseas
Androutsos.
En abril de 1821, un mes después del comienzo oficial de la Guerra de
Independencia griega, las fuerzas turcas, formadas por entre 8.000 y
10.000 hombres, partieron de Tesalina para derrotar a los rebeldes
griegos que se encontraban en el centro y en el sur de Grecia. El temor
hacia Diakos y el deseo por destruirlo era tan grande que los dos
grandes generales otomanos, Omer Vrioni y Köse Mehmed, decidieron
utilizar la mayor parte de sus efectivos para aplastarlo. Diakos, por su
parte, no dudó en detener el avance del ejército otomano con una
pequeña tropa formada por 1.500 hombres. El lugar elegido por Diakos
para la defensa era el puente de Alamana, un lugar cercano a las
Termópilas, donde dos mil años atrás Leonidas y sus 300 espartanos
habían luchado heroicamente contra un gigantesco ejército de persas. Una
vez más, los griegos luchaban por su libertad con una importante
desventaja numérica.
Después de oponer resistencia durante horas de agotadora batalla, el
pequeño ejército griego tuvo que retirarse y Diakos se quedó en el
puente luchando con 48 de sus hombres. Uno de sus soldados le ofreció un
caballo para que escapara, pero Diakos se negó a retirarse y continuó
luchando. Hasta que finalmente fue capturado, con vida, por el ejército
otomano y conducido ante Vrioni y Mehmed. Ambos generales, admirados por
la valentía y fiereza del guerrero griego, le ofrecieron el perdón a
cambio de que renunciara a sus raíces y abrazara la fe del islam. Ante
esta propuesta Diakos contestó: «Nací griego y moriré griego». Sin más
remedio, a la mañana siguiente Diakos fue brutalmente torturado en
público y empalado, como castigo ejemplar para los rebeldes.
Diakos no tuvo el inmenso honor de morir en el campo de batalla, como sí
ocurrió con el gran Leónidas, pero hizo gala del mismo valor y coraje
que el legendario rey hasta sus últimos momentos de vida. Su muerte, eco
de la mítica defensa de los 300 espartanos, no tardó en convertirse en
una leyenda y Diakos pasó a ser un mártir y un héroe del pueblo griego y
de todos aquellos que luchan por la libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario