20141125

Esclavos del siglo XXI: por qué el consumismo esclaviza y la educación financiera libera

la generación que pagaba un alquiler por remojar un hueso de jamón en el caldo sabe lo que es ahorrar (el sustanciero).. la generación que lo ha tenido todo desde siempre lo va a tener más difícil..




Esclavos del siglo XXI: por qué el consumismo esclaviza y la educación financiera libera 

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Ve a la escuela. Estudia. Consigue un empleo. Trabaja. Paga impuestos. Cásate. Ten hijos. Hipotécate. Mira la tele. Sigue la moda. Pide préstamos. Actúa con normalidad. Compra muchas cosas. Camina por la acera. Escoge entre este producto o este otro… y sobre todo, no cuestiones jamás lo que te han dicho que tienes que hacer. Y ahora, repite después de mi: ¡Soy libre! (George Carlin)
Me encanta esta cita porque resume muy bien el modelo de vida preestablecido por la sociedad. Aquel al que supuestamente debemos adaptarnos para ser personales normales y de provecho.

Un estilo de vida que ha pasado de generación en generación por inercia, casi sin darnos cuenta. Una visión del mundo que ha sido prefabricada y viene de serie. Un camino que la mayoría recorre sin hacer demasiadas preguntas, y que por si fuera poco, perpetuamos enseñándoselo a nuestros hijos.

Ahora, la cuestión es, ¿es esa la vida que realmente queremos vivir?



Atrapados en un trabajo sin sentido

Actualmente, existen millones de personas que tienen un sueldo pero que no tienen una vida. Muchos desearían librarse de su trabajo y crear un nuevo estilo de vida con significado, más allá de levantarse todos los días para ir a trabajar o esperar a que llegue el Viernes para poder desconectar.

Muchas de estas personas juegan a la Lotería esperando a que les toque un boleto que les libere de su estado de esclavitud económica, sin embargo, con los años la rutina termina con todo atisbo de ilusión y energía vital.

Cuando llega el fin de semana, pasa tan rápido que el Domingo se torna melancólico porque al día siguiente hay que volver a la rutina, dar vueltas sobre lo mismo y no llegar a ninguna parte.

La mayoría de la gente no conseguirá salir nunca de este círculo vicioso, pues sus deseos de cambio suelen ser más débiles que la resignación y la indiferencia que les acaba produciendo la situación, razón por la cual muy pocos acaban alcanzando sus sueños de vivir una vida mejor.

Y es que la sociedad es de por si conformista. Este conformismo deriva, en parte, de querer encajar con la opinión de la mayoría e integrarse con ella, y para hacerlo, muchos no dudan en cambiar sus pensamientos, comportamientos y actitudes, lo cual indica, que para muchos, la presión de la sociedad sigue siendo un obstáculo insalvable. Y la pena, es que mientras tanto se van los mejores años de la vida.

Ante esto, no es de extrañar que muchas personas sufran la llamada crisis de los 40, momento en el que empiezan a reconocer que su forma de pensar y de comprender la vida se ha convertido en una obstáculo para afrontar los años que les queda por vivir.

Tengo tres citas que definen perfectamente la situación que describo:

  • Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo. (Oscar Wilde)
  • Me parece fascinante que casi todo el mundo planifique sus vacaciones con más cuidado que su vida. Tal vez porque sea más fácil escaparse que cambiar. (Jim Rohn)
  • En vez de preguntarte cuando serán tus próximas vacaciones, necesitas construirte una vida de la que no necesites escapar. (Seth Godin)

La importancia de reunir lo que somos con lo que hacemos

Lo que hagamos para ganarnos la vida es importante, y no sólo por el hecho de ganar dinero, sino también por la repercusión que eso tiene en nuestros niveles de felicidad. El problema es que demasiadas personas han antepuesto el dinero a su propia felicidad.

La mayoría de la gente se gana la vida en cosas que nada tienen que ver con sus valores (e incluso, que van en contra de los mismos), y eso acaba generando frustración, pues la incoherencia entre lo que se es y lo que se hace es una de las fuentes más grandes de infelicidad.

No digo que de repente dejemos nuestro trabajo y nos lancemos a la aventura (aunque hay gente que lo ha hecho y ha triunfado), pero si, que paralelamente a este, vayamos reflexionando sobre la vida que realmente queremos vivir y tomemos acción para ir acercándonos a ella.

Por supuesto, esto excluye toda acción que tenga que ver con hacerse rico rápidamente, como jugar a la lotería, especular con diversos activos, jugar a juegos de azar, etc, porque de esa manera sólo conseguiremos perder tiempo y dinero.

Lo que yo sugiero hacer, es alguna de las dos siguientes cosas:

- Emprender una actividad que nos apasione y nos pueda dar de comer algún día
- Crear un patrimonio, mediante el ahorro y la inversión, que nos genere dinero y nos libere poco a poco de nuestro trabajo para poder vivir la vida a la que aspiramos

El problema es que la mayoría de las personas, en su intento por labrarse una vida mejor, no opta por ninguna de estas opciones. Simplemente se limita a esperar, sin darse cuenta de que mientras vive, un hecho que resulta imperceptible para muchas personas, las somete a un estado perpetuo de esclavitud: el “consumismo escapatorio”, o lo que es lo mismo, consumir para llenar el vacío interior que tienen en la vida.


Los amos del siglo XXI

El “consumismo escapatorio” esclaviza a la población sin que esta se de cuenta; y lo hace básicamente a través de dos grandes entes: los bancos y las empresas.



Los bancos

Somos esclavos de los bancos desde el  mismo momento en que nos endeudamos con ellos.

Pocas personas son conscientes de que la deuda es algo más que deber dinero al banco. La deuda es también una forma de control social, nos vuelve más manejables y obedientes a la hora de seguir las directrices establecidas por el sistema.

John Adams, el segundo presidente de EEUU, lo definió muy bien:
Hay dos maneras de conquistar y esclavizar a una nación: una es con la espada, la otra, con la deuda.
Y es que una persona endeudada es una marioneta obligada a trabajar más horas para el banco, pues a parte de tener la obligación de devolverle el dinero que le prestó, tendrá que pagarle también unos intereses, que en ocasiones, pueden llegar a ser superiores al propio préstamo.

Hoy en día, una de las formas de esclavitud más comunes es la hipoteca; y para muchas personas se trata de una esclavitud casi de por vida. De hecho, la palabra que usan los ingleses para referirse a las hipotecas, “mortgage” hace referencia a un pacto hasta la muerte (“mort” procede del francés y significa “muerte”, y “gage”, palabra de origen germánico, significa “acuerdo”).

Sinceramente, a mi me resulta francamente inquietante que alguien haga un “pacto hasta la muerte” y se esclavice de por vida para tener algo que nunca será suyo, aunque haya terminado de pagarlo (deja de pagar el IBI durante unos años y verás de quien es realmente la casa que has comprado).



Las empresas

Otro de los entes a los que mucha gente se somete son las empresas, a las cuales van entregando el dinero por doquier.

Detrás de todo esto está, como no, la sociedad de consumo.

En la Era industrial, la oferta de productos y servicios era inferior a la demanda. En aquella época, la gente compraba lo estrictamente necesario, principalmente porque estaban limitados por su poder adquisitivo.

Esta tendencia cambio a mediados del siglo XX; el creciente número de empresas y el aumento de la competencia, hizo que por primera vez en la historia la oferta fuera superior a la demanda. Debido a ello, empezó a fomentarse el consumo mediante estrategias de márketing, publicidad, obsolescencia programada, etc.

Las empresas empezaron a lanzar mensajes comerciales que vinculaban la felicidad con el consumo. El objetivo era convencer a la gente de que compraran sus productos, pero no tanto por su utilidad, si no por lo que representaban emocional y socialmente.

A su vez, era fundamental que como individuos nos sintiéramos continuamente insatisfechos.

Así es como nuestro estilo de vida empezó a girar en torno al consumo.

En la actualidad, el consumo nos ha alienado de tal manera que únicamente vivimos para consumir, y ya sabemos, el consumo es como el azúcar, endulza parte de la vida, pero su exceso causa diabetes.

Me sorprende la facilidad con la que las personas se hipotecan de por vida al comprar una casa, me sorprende como se gastan el dinero en cosas que realmente no contribuyen a alcanzar sus objetivos vitales, como se dejan llevar por sus deseos en vez de atender primero sus necesidades… ¿nadie se ha dado cuenta aun de que cuando compramos lo que no necesitamos nos desprendemos de un dinero que podría ayudarnos a alcanzar una vida mejor?

Toda esta situación viene de buscar la gratificación inmediata, de no planificar ni seguir una estrategia financiera a corto, medio y largo plazo. La gente gasta, ahorra lo poco que les queda y no invierten; así es la cultura de los españoles, en su mayoría, derrochadora (dinero que tienen, dinero que se gastan) y “malahorradora” (“si me queda algo a final de mes lo ahorro”).

También es cierto, que tampoco hemos podido hacer mucho para evitar que nuestra mente fuera condicionada de esa forma, porque prácticamente desde pequeños nos educaron para ser consumidores voraces y gastar nuestro dinero de una determinada manera, perpetuando así el sistema. Todo eso ha obstaculizado nuestra capacidad para percibir nuevas posibilidades en la vida.

Pero ojo, porque no estoy diciendo que haya que dejar de consumir y vivir como un ermitaño. La austeridad, vivida como una obligación moral, es contraproducente.

De lo que se trata aquí, es de entender que el consumismo nos aleja del bienestar y nos mantiene atrapados en una espiral de “bientener” que no contribuye realmente a nuestra felicidad.



La educación financiera libera

Demasiadas personas no han trazado un mapa de ruta financiero en su vida, improvisan. Esta es la razón por la cual su patrimonio, más que ayudarlas, las esclaviza.

Es importante entender por eso, que hasta que no empecemos a gestionar bien nuestros gastos y hagamos del ahorro y la inversión una prioridad, no podremos construir un patrimonio que nos permita vivir la vida que deseamos.

Nuestro patrimonio debe liberarnos, darnos capacidad de acción y de reacción, tener una base sólida que nos permitirá tomar las riendas de nuestra vida y dirigirla hacia donde nosotros queramos. Todo eso se consigue con más educación financiera.

Creo que la tranquilidad que te da sentir que el futuro depende de ti y no de lo que puedan deparar las circunstancias es impagable.

Tú puedes elegir en qué gastas y en qué no; encontrar el equilibrio no es tan difícil, eso sí, aprovecha las épocas de bonanza para avanzar en vez de tirar la casa por la ventana, porque así cuando vengan las vacas flacas, tus vacas no serán anoréxicas.

Al final, de lo que se trata es de utilizar el dinero para incrementar nuestra riqueza emocional y establecer que es prioritario para nosotros: si acumular cosas materiales que nos ayuden a parecer y aparentar o crear un patrimonio que nos permita ser y vivir la vida que deseamos.

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