20170422

Una historia con sombras siniestras. Homenaje en Madrid a La Nueve, la unidad española vinculada a crímenes de guerra en Francia

Las primeras referencias las encontramos el mismo 8 de mayo, día en el que se rindió la Wehrmacht alemana. Ante Leclerc fueron presentados doce soldados de la División Carlomagno, voluntarios franceses alistados en la 33 División de granaderos de las Waffen SS. Al frente de este grupo de combatientes estaba el teniente Briffaut, un francés que vestía uniforme alemán. Cuando Leclerc le recriminó que luchaba con un uniforme que no era francés, el teniente le recriminó: “Señor, usted también lleva un uniforme extranjero, ¡El americano!”. Esta respuesta fue suficiente para que el general francés les condenase a muerte sin ningún tipo de juicio y sin tener en cuenta las leyes internacionales sobre la guerra.

Los doce combatientes de la “Carlomagno” fueron fusilados esa misma tarde. En el pelotón de fusilamiento estaba un teniente español, Cortadellas. Los condenados fueron fusilados en grupos de cuatro y todos ellos se negaron a ser disparados de espaldas, como pretendía Leclerc. Tras este asesinato, los cuerpo fueron abandonados en la esplanada en la que murieron y no fueron enterrados hasta la llegada, tres días después de un grupo de paracaidistas norteamericanos.

Estas muertes se conocen gracias al testimonio del padre Bad Reichentall, quien intentó localizar a los familiares de las víctimas. También por este testimonio sabemos la arbitrariedad con la que actuaba Leclerc, ya que en el grupo había un joven, hijo de un compañero de armas suyo, al que se negó a fusilar por la amistad que le unía con su padre.

Los historiadores Daniel Guérain y Frederick Pohl han recopilado varios crímenes más cometidos por la División Leclerc. Algunos eran obra del lugarteniente del general, Robert Galley, de quien dependía organicamente La Nueve, formada por los republicanos españoles. Testimonios como las memorias de Pierre Quillet, miembro de la Primera Compañía de la División, narran escenas como la vivida en una pequeña iglesia rural donde el sacerdote fue interrogado con violencia y, al ser desnudado, se le encontró un tatuaje del Ejército Alemán. Resultó ser un falso cura y decidieron hacer un escarmiento con él: fue quemado vivo en público y “murió retorciéndose de dolor como una antorcha humana”. La misma fuente cuenta como los soldados de Galley, entre los que se encontraban los republicanos españoles, reunieron a unos cincuenta prisioneros alemanes en una granja y se divirtieron arrojándoles granadas hasta asesinarlos a todos.

Los crímenes no solamente eran ordenados por Galley. Cuando las tropas de la Leclerc entraron en Estrasburgo, un matrimonio fue denunciado por colaboracionista por sus vecinos. El mismo Galley los asesinó disparándoles, en el interior de su vivienda con un rifle.

Poco después, en Herbsheim (Bajo Rin), tras un duro combate con la resistencia alemana, un grupo de soldados de las Waffen se rinde ante Galley. Este los llevó tras la iglesia del municipio y ordenó fusilar, sin juicio previo, a treinta de ellos.

También ordenó que varios rusos que luchaban en las Waffen y un oficial de las SS fueran quemados vivos en uno de los pueblos en los que entró al frente de sus tropas.



y ésto cuando ya se había acabado la guerra, y en contra de las leyes internacionales..




Una historia con sombras siniestras. Homenaje en Madrid a La Nueve, la unidad española vinculada a crímenes de guerra en Francia

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